"Dale, metele pata", le dijeron cuando propuso el proyecto en la editorial. A partir de allí siguió un relevamiento exhaustivo de las paredes pintadas con imágenes de carácter artístico o al menos expresivo en los barrios de Buenos Aires. La autora Rosa Gómez Aquino llegó a acumular así cientos de fotos, que fue depurando poco a poco, hasta quedarse con las paredes mejor trabajadas y optar incluso por descartar algunos lenguajes del más rancio arte urbano, como los graffitis y los esténcils. Ni hablar de las pintaditas facilongas ni tampoco de stickers y pósters.
No lo dice tal cual en su conversación con Ñ, pero del proceso que cuenta Gómez Aquino es fácil deducir que La voz del muro constituye a fin de cuentas una antología de pintura creativa en las paredes de nuestra capital, trasladadas a las hojas cuidadosamente impresas de su nuevo libro, el primero de contenido esencialmente visual, a diferencia de sus publicaciones anteriores.
Además de proponer la obra y responsabilizarse por el mínimo texto escrito que con toda deliberación incluyó en ella, la autora tuvo a cargo las tomas fotográficas y su retoque posterior. El equipo de diseño de Del Nuevo Extremo se ocupó de los encuadres finales y del orden secuencial de las imágenes.
Esta vez Rosa Gómez Aquino investigó apenas los aspectos conceptuales o teóricos, los fundamentos, las motivaciones, los porqués y los para qué de los creadores de las obras que seleccionó. Anduvo mucho, en cambio. Meses y meses. Se miró todo. Fotografió a mansalva. Y luego eligió pacientemente. Las voces de los muros porteños se perciben ahora a partir de sus ojos vivaces. Contentos, además, por todo lo bueno que vio y rescató de la fugacidad del arte callejero.
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